La docu-serie finaliza donde fue el punto de partida: el cinco de agosto de dos mil diecinueve, donde Rocío Carrasco hizo un intento autolítico:
«Ponen en mi conocimiento que mi hija va a ir defender a su padre en el plató de Gran Hermano VIP porque él entra en el programa. Yo en ese momento no estoy emocionalmente bien por todo lo que llevo pasado, con un tratamiento psiquiátrico y diagnóstico fuertes: síndrome ansioso-depresivo moderado y grave, cronificado en el tiempo.”
Rocío se desnuda emocionalmente para relatar como se desencadenó ese proceso emocional y mental. Si lo miras desde fuera, puede parecer que no es para tanto como para coger una solución tan radical, pero añade:
“Yo vengo de estar hundida durante mucho tiempo, de tener que hacer un ejercicio descomunal para salir a la calle, de no poder desarrollar mi vida normal de no querer tener nada que ver con nada ni con nadie. Y de repente me llega esa noticia. Por mi cabeza empiezan a pasar todos los 20 años anteriores y todo lo que se me venía encima otra vez, ahora con un elemento mayor, que era tener a Rocío en un plató. Yo sabía que eso era revivir todo lo pasado y llevaba siete años sin ver a mi hija, No estaba preparada para verla a ella, pero mucho menos preparada para ver a mi hija en ese papel. No quería volver a sentir miedo, vergüenza, no quería volver a sentirme cuestionada como madre. No quería seguir viviendo así, no quería seguir malviviendo”».
No vivir bien es lo que Rocío Carrasco recalca más en este capítulo, y es la frase que nos lleva a entender su acatamiento:
«Ese día decidí que no quería seguir viviendo. Que no puedo, que es superior a mis fuerzas, que yo ya había hecho todo lo posible para que eso acabara. Yo no quería levantarme de la cama, había llegado el momento de todo acabara quitándome de en medio. Porque no tiene fin. Yo no le veo el final a esto. No veo que nadie hace nada para evitarlo. Yo solo pedía que no volviera a seguir maltratándome. Pero veo que no es así y que todo se va a volver a repetir. Y decido no seguir con mi vida para adelante. Yo no quería seguir con lo que yo sabía que venía. Y no me equivoqué».
Ahora es la propia Rocío quién cuenta lo que hizo, cómo y el por qué, a pasar de que se ha redactado y comentado bastante acerca de lo sucedido ese día. La hija de Rocío Jurado cuenta:
«Me tomé varias pastillas diferentes. Me quedé dormida. Fidel entró en la habitación porque yo no me levantaba. Entró, me vio y me llevó al hospital. No recuerdo nada. No sé los tiempos, ni lo que contesté. Luego leí que dije que tomé la medicación habitual: sedantes, ansiolíticos, medicamentos para ataques de pánico… Recuerdo, aunque vagamente, que digo que me da igual no haberlo conseguido, porque lo iba a conseguir y siempre me quedaba el Puente de Segovia para tirarme. Y de ahí me llevaron a otro hospital, con una planta especializada para eso. Allí tomé consciencia de la barbaridad que había cometido. Era una soberana putada para los míos. Pero en esos momentos sólo piensas en que no quieres volver a pasar por lo mismo, volver a ver el odio de mi hija, volver a sentirme mala madre…».
Pese a todo esto, Rocío Carrasco no quiso estar ingresada en el hospital:
«Me fui del hospital porque me dijeron que había alguien de prensa merodeando. Y le dije al médico que me quería ir a casa, donde me sentía segura. No esperé al alta, me fui, cayéndoseme la cara de la vergüenza. Nadie me ha reprochado nunca esa acción, pero tampoco hacía falta. Me pasé medio y medio llorando por lo que había intentado hacer».